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Relación vinculante de los primeros días y meses

La forma de integrar las emociones interviene en el desarrollo del niño/a. Según cómo las viva madurará de manera armónica y global, se favorecerán unas áreas sensoriales, motrices, neurológicas…, o bien otras y su estilo de crecimiento y desarrollo nos darán la pauta para entenderlo/a conjuntamente con la forma en que se ha vinculado, relacionado y madurado.

Todos los movimientos, acciones, emociones, recuerdos…, pasan por la satisfacción de sus necesidades y las va regulando lentamente para conseguir lo que entendemos como “deseo”.

Sus capacidades para conseguirlo se ponen al servicio del reclamo y de la necesidad de mantenerlo, potenciando sus reacciones de queja ante la ausencia de la escucha del cuidador, propias de la pérdida de la presencia de éste, a través de los movimientos de su cuerpo, de la relación y de la comunicación con todos los recursos de los que dispone.  Es decir, del vínculo que se establece alrededor de la necesidad satisfecha y del deseo de volver a satisfacerla.

Si partimos del intento de entender cómo se construye el vínculo y el desarrollo en un niño pequeño recién nacido, descubrimos que:

Los movimientos, en un principio no pasan por la voluntad sino por la necesidad: los impulsos  gastro-intestinales sujetos al funcionamiento reflejo de la succión permitirán la madurez de todo el sistema digestivo, el cual estimulará el funcionamiento del resto de sistemas, por ejemplo el  circulatorio, el  endocrino que regulará la alimentación, deglución y asimilación, y por tanto la satisfacción de la necesidad, el sistema neurológico que facilita la interconexión de la neuronas sensoriales, incrementando lentamente las últimas capas del cerebelo y del cerebro, junto a sus movimientos espontáneos  de brazos y piernas, poniendo las bases de la coordinación y adaptación de los movimientos y,  especialmente su memoria, ya que sus células neurológicas se van ampliando con los nuevos estímulos que va recibiendo, mientras sus sentidos acaban de perfeccionarse con serenidad fuera del vientre materno.

El niño nace con un promedio de 100.000 millones de neuronas que se irán multiplicando por la interconexión de todas las áreas cerebrales receptoras de sus sentidos, necesidades y deseos. A los a los 4 años puede llegar a los 1000 billones de conexiones neuronales, gracias a la plasticidad cerebral.

Siempre y cuando la satisfacción de su necesidad sea lo suficientemente placentera física y emocionalmente: envolvente, acogedora y amorosamente infranqueable, cuando el bebé vuelva a necesitar ser alimentado reclamará el contacto del que reconocerá el calor, el cariño, el juego y la satisfacción. Es así como se va consolidando un vínculo ya intransferible para el bebé con su progenitor principal. Vínculo que, con el tiempo se irá ampliando lentamente   a otros miembros de la familia.

Cuando pueda confiar plenamente en el/los progenitores/es cuidador/es, se irá generando lo que Holmes llama «un sistema inmune psicológico».

Luego, el bebé sereno y con apetito coge nuevamente el pezón o el biberón, su mirada se clava en la de la madre/padre/progenitor benevolente y mientras chupa va focalizando de su mirada. No deja de fijarse, mientras respira al tragar, en la dulce mirada que la mamá, papá o progenitor ejercen mientras el niño va descubriendo las expresiones, comentarios, palabras llenas de musicalidad que el adulto expresa.

La visión del pequeño/a se va perfilando día a día con los nuevos movimientos bucales de la mama/papá/progenitor, cuando le habla, las luces y las sombras que sus ojos perciben le ayudarán a reconocer y a  atender, percibiendo a la vez los sonidos emitidos por la madre, ya que, aunque el niño hace tiempo que oye, su aparato auditivo va tomando consistencia a medida que va recibiendo las diferentes tonalidades de la voz, de las canciones, de las palabras mimosas de pasión materno-paternal, iniciando la escucha a la vez que fortalece su sentido del equilibrio.

El niño/a coge con su manita el dedo de la “madre” (o figura materna), puede descubrir la presión, la fuerza diferente con los días sucesivos, se acarician mutuamente…, se desarrolla el tacto, cuya función principal y durante meses, será utilizado inicialmente por la lengua y la boca, el órgano sensorial más desarrollado también por ser el más utilizado de bebé.

Las percepciones, sensaciones, memoria, psicomotricidad…, comienzan su proceso de funcionamiento a pasos agigantados. El bebé se alimenta del amor y todo su cuerpo se nutre de los estímulos afectivos y sensoriales que recibe, a la vez que va tomando su leche, que reconocerá ciertamente nada más que la olfatee y la saboree al entrar una gotita en su boca, comenzando a diferenciar los sabores, así como los olores de las personas que le rodean.

Si el niño/a disfruta mientras digiere el alimento en una relación idílica de paz, tranquilidad, serenidad…,  todo él/ella  se reconforta mediante el contacto con su progenitor y el bebé deseará seguir manteniendo el juego adaptado a sus necesidades y posibilidades, emitiendo pequeños sonidos de respuesta a esta extraordinaria relación, exteriorizando todos los recursos de los que es capaz: Brrr, brrrr, «Ajo..Ajo …, pa, pa, pa …, brrr, BRR, …, ma, ma , ma, ta, ta, ta …, su lenguaje se ha iniciado en respuesta a una relación continuada de satisfacción, con la que enseguida alimentará su apetito de disfrutar, y buscará al progenitor con la mirada cuando no esté presente, moviendo sus ojos, cabecita y musculatura cervical,  toda su columna vertebral, brazos, piernas, descubriendo al emitirlos,  todos los sonidos de los que dispone para volver a reencontrar a su compañero/a de juego vital.

Todo su cuerpecito vibra cuando ríe, patalea de satisfacción, mueve sus bracitos con pasión mientras balbucea llamando la atención del progenitor benevolente, hasta que haya finalizado el deseado juego tras la alimentación, completado el momento de satisfacción, ilusión, emoción, sonrisa, risa…, y entonces caerá rendido en un sueño reparador que lo/la preparará para que, al despertar,  pueda reencontrar de nuevo a su progenitor/a, amor-alimento-juego-madurez-evolución-satisfacción-placer: Un todo que le ayudará a mantener y generar una imagen mental, y a quien reclamará cada vez que se despierte para volver a sentirse satisfecho desde el más amplio sentido de la palabra.

Así el niño irá creciendo identificando las diferentes voces de quienes le rodean, adaptándose a las diversas maneras de cogerlo. Aprenderá a quejarse con mucha consistencia hasta que le hagan caso, cuando las personas o determinadas cosas de su alrededor no las reconozca, cuando tenga algún tipo de malestar o mucho sueño o mucha hambre. Su forma más clara de expresarse será la voz, el grito, o su llanto que es su lenguaje al que dará múltiples significaciones.

La mayoría de nosotras, que leemos esta revista, no hemos podido pasar por estos procesos de maternazgo que  tanto hemos  deseado con bebés gestados por nosotras y  recién nacidos. Pero hemos sido muy afortunadas y, afortunados también los papás, al haber podido conseguir una niñitas o niñitos preciosos de muy diferentes edades.

Pero en aquellos casos en los que el bebé no ha tenido la posibilidad de mantener una relación serena y fluida con su cuidador/a,  Spitz nos informa de las consecuencias y de las situaciones de dificultad cuando no hay  reconocimiento  del progenitor y su llamada no es atendida,  frustrando la  satisfacción de sus necesidades. Si ocurre de forma muy repetida, puede llegar a una interrupción en los procesos de maduración neurológica armónica y serena del niño generando grandes estancamientos en la relación que el niño/a tan pequeño no puede afrontar.

En función del cómo y del cuando se manifiestan estos cambios en las situaciones de adopción tenemos que asumir que, a una edad u otra, hayan padecido esta separación y que, en el mejor de los casos, este proceso, cada uno a su edad, debió realizarlo con nosotros, sus nuevos padres y progenitores. Aunque aparentemente el niño/a no parezca haber sufrido, es evidente que éstos son cambios que se han operado en su desarrollo.

A mayor edad y madurez, el niño estará más fuerte y más formado físicamente. Pero los procesos psicológicos pasan por situaciones de esfuerzo, frustraciones y adaptaciones emocionales que requieren ser entendidos, de los que Bowlby nos habla magistralmente en sus tipos de apego, tema del siguiente artículo.

Pero tampoco debemos olvidar, tal como nos dice Elena Ricart, que “La adopción exitosa es la que constituye un remedio a las lesiones de un niño abandonado”. A lo que yo añado como madre, que la mayoría de nuestras adopciones son un remedio exitoso a nuestras lesiones instintivas maternales y vitales.