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La solución será ocultar su no saber; con estrés

¿Qué significa esto con esta experiencia repetida en un núcleo familiar donde las cosas siempre se dan de esta manera, semana tras semana, año tras año, cuando ese niño tenga 10, 12, 13… 15 años?.

La confusión sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que es «quererlo» ayudándole y aceptándolo o «quererlo» manifestando desprecio y sadismo, contribuye a que el niño se confunda en los valores, le genere ambivalencia ante sus emociones, y pueda expresarse de forma totalmente desorientada, en ocasiones con mayor agresividad, ya que la sensación de no sentirse entendido (la mayoría de las veces es interpretado como no sentirse querido), y que no acierta en sus respuestas, genera agresividad interna y mucho malestar.

Reacciones por parte del niño como oposición, rabietas, agresividad sin límites destrozando o pegando a quien haya a su alrededor, podría ser una consecuencia de su vivencia interna en su deseo de expresar sus emociones con libertad.

Desde el punto de vista psicológico, la desestabilización del niño puede ser percibida por sus estados de ánimo, pasando de la alegría normal a la tristeza, de la actividad habitual a otro tipo de actividad normalmente menos enérgico, o por el contrario quizás excesivamente activo, sin capacidad de comunicarse y sin poder ni querer establecer vínculos con los adultos ni con sus iguales, por razones que normalmente no se atreve a explicar, o por la forma de comunicarse con nosotros, los adultos , sistema habitual de comunicación con él, que puede ser de forma mucho más agresiva, inhibida o sensible y con miedos.

Cuando el niño se desestabiliza algo va mal o muy mal.

Especial mención merece la expresión de la agresividad. Si muestra su enfado, y nosotros los adultos, somos capaces de escucharle, es mejor. Él se expresa y así podemos conocer la razón por la que está enfadado, además de ayudar a localizar la razón de su enfado, y por tanto «pensar» su emoción.. Cuando ya un poco más tranquilo podamos establecer una conversación razonada sobre su rabia y su enfado, de tal modo que nos ofrezca la posibilidad de razonar con él, podemos intentar darle nuestra opinión: forma diferente de ver las cosas a las suyas. Estos momentos de razonamiento normalmente son muy bien acogidos por parte del niño. Es muy interesante escucharles.

Pero si no existen estos espacios de comunicación y razonamiento comprensivo de las emociones, la expresividad de este niño/a, con el tiempo, se traducirá en una expresividad vacía, sin autoestima, y ​​por tanto, sin confianza, dudando de todo , incluso de lo que realmente le gusta, le puede apasionar; viviendo sin ilusiones.

Rara vez podrá estar contento. Su mayor alegría en ese momento, que es precisamente que su padre y su madre estén contentos con él, difícilmente la podrá conseguir, con lo que, lo intentará una y mil veces: intentar complacer, se olvidará de sí mismo pero nunca lo conseguirá, como tampoco podrá poner en marcha procesos de consolidación y de creatividad.

Su principal punto de anclaje para comprender la vida, que es entender sencillamente al principio «lo positivo y lo negativo» de las relaciones, distinguir el bien del mal, no podrá hacerlo con claridad.

Todo lo que yo hacía o decía estaba mal, todo el mundo era mejor que yo y logró que me sintiera como una mierda”. (Marisa García “Vaciar al Pap”- “En Entrevista diario Lines Sants- 2 – 7 – 2004)

Esta chica toleró una relación con un novio que resultó ser maltratador.

No disponía de la suficiente capacidad de discernimiento como para identificar a una persona con calidad humana de otra que no la tiene. Los afectos recibidos, eran tan ambiguos, que no se puede distinguir claramente entre lo positivo del cariño de un padre, -exclusividad relacional que lo es todo para el hijo, junto a su madre-, de una persona que aunque no tenga ningún vínculo afectivo, puede tener mucha mejor calidad humana de la que en realidad tenía su propio padre.

Pero ella, nació y creció con unos códigos afectivos que «la hacían sentirse una mierda», y por tanto, nada se merecía, ni siquiera poder discriminar entre un padre afectivo y un padre que la despreciaba.

Pero la mente, es muy curiosa, ya que nuestra amiga Marisa, dice que incluso ahora que está muerto, sigue queriendo a su padre… Era su amor imposible, y le dejó una huella muy grande, ya que nunca pudo tenerlo. No lo ha odiado en ningún momento, y estaba dispuesta a dar la vida por él. “Creo que yo siempre he querido demostrar que valía algo y que no era tan miserable como me habían pintado. Lo que siento por mi padre, debería contarlo un psiquiatra”…

He aquí lo extraño de la mente de la persona, cuando es niña y cuando va creciendo.

De pequeño, si uno se siente despreciado e infravalorado, es decir «maltratado psicológicamente», no existe ningún punto de reflexión que al niño le permita entender lo que le está pasando. Todo lo contrario. El sometimiento afectivo indispensable al rigor de los padres, es de tal magnitud, que no puede dudar ni un instante de que los padres (el padre o la madre) tienen la razón. Lo que el niño siente es que él es malo, que no se merece los afectos, y por tanto, merece que le castiguen.

Si a él/a, se le exige además que no sea «violento» y el niño lo puede integrar con la suficiente firmeza, probablemente podamos salvar de la delincuencia futura a ese niño/a cuando sea mayor, a expensas de la su inhibición.

Pero si los esquemas de exigencias hacia el niño son tan difusos como los estímulos que recibe, es muy probable que tengamos un delincuente o maltratador en ciernes, si alguien, por ejemplo algún educador con el que se encuentre el día de mañana no le puede remediar a través de un modelo vinculante para el niño.

Las repetidas experiencias sistemáticas día tras día, en un marco familiar totalmente estereotipado, donde el estilo de relación se va deteriorando día a día forja una forma de entender y comprender las relaciones, la vida, el mundo…

A través de los adultos más cercanos y responsables del niño, es cómo se van forjando las relaciones con los demás, cómo se desarrolla entre los amigos y compañeros este confuso cúmulo de relaciones.

Y en especial ante las necesidades indefensas de los niños, puede tener gravísimas repercusiones, dado que

  • El niño permanece sin entender la materia de estudio.
  • Lo que verdaderamente está aprendiendo es el modelo «afectivo que recibe de sus padres».
  • El niño, no va a interiorizar.
  • No va a salir de dudas respecto a sus necesidades de aprendizaje.
  • Aprenderá a sentirse culpable por «no saber».
  • Y a defenderse ante esa culpabilidad con vergüenza.

Esto significa que:

  • Aún se va a cerrar más en sus criterios personales.
  • Aislándole y quedándose atrapado en un sin-sentir del que no puede salir.
  • Malo si pregunta porqué no sabe, mal si no pregunta porqué se siente rechazado…