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Ame y dímelo.

Ya sé que me quieres, pero a mí me gusta escuchar cómo lo dices.

Abrázame y recuerda que yo soy lo más importante para ti.

A veces tengo la sensación de que el teléfono, el trabajo, la madre, el padre, los amigos, mi hermano o mi hermana son más importantes que yo.

Déjame valerme por mí mismo.

Aprendí a gatear, a caminar, a saltar y hacer todo tipo de piruetas.

Confía en mí.

Aprendí a hablar, a entender el sentido de las palabras, los conceptos más abstractos,… Sigo teniendo mucho interés por saber cosas que explican qué pasa a mi alrededor.

Regálame tiempo.

Cuando te cuente un problema mío. Trata de comprenderme y ayudarme. No me digas que no tienes tiempo o que no tiene importancia lo que a mí me preocupa.

Recibimos con la carcajada que sueles recibir a tus amigos.

No me llames. Si lo haces me enseñas a llamar a mí también. Cuando lo haces te respeto menos y no quiero que sea así.

Tratame con la misma amabilidad y cordialidad que sueles tratarlos a ellos. No me des órdenes. Si en vez de órdenes, me pidieras las cosas lo haría más rápido y más a gusto.

A veces no te hago caso o hago lo contrario de lo que quisieras, sólo por qué estés por mí. Parece que sólo existo cuando tienes que regañarme.

Si ya hemos adquirido estas costumbres: gritos, golpes, peleas, … todavía estamos a tiempo para cambiar por besos, abrazos, risas, carantoñas, palabras dulces al oído.

En casa debemos recuperarnos del esfuerzo que supone el trabajo, la escuela, el deporte, la convivencia con todo el mundo, … No puede ser que estar en casa todavía nos canse más por qué perdemos el humor , la calma, la tranquilidad, la confianza, … entre gritos y ruido.

Soy muy importante en casa. Dedícame un rinconcito de la casa, un espacio que esté tan bien cuidado como tu mejor tesoro. o ¿no soy tu mejor tesoro?. Un espacio en el que yo pueda cuidar mis tesoros. Así aprenderé a cuidarlo y tenerlo en cariño, porque la dedicación que le tengas entenderé que le tienes porque me la tienes a mí. Si mi espacio no existe o está de cualquier modo no aprenderé a cuidarlo y amarlo como una prolongación de mí mismo. Si mi espacio no existe o no está bien cuídate entenderé que no merezco ese respeto y que no tengo de ti esa consideración.

No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o mi hermana. Si lo hacen los demás, corrígelos! Si tú me haces sentir a mí lo mejor, alguien va a sufrir y si me haces sentir peor, seré yo quien sufra. Todos somos varios y todos los mejores en algún aspecto.

Cuando yo hago algo malo, no me exijas que te diga o que piense por qué lo he hecho. Casi siempre es un impulso que no sé frenar. Ni yo mismo sé por qué. Me sale rápidamente, sin pensarlo, involuntariamente. Quizás deberían ser los padres y madres los que se encerraran para pensar que está pasando a su alrededor y qué y cómo quieren cambiarlo. Y hablar y enseñarnos a parar ya hablar cuando surge un conflicto.

Si lloro, abrázame. El llanto me sale de dentro y no sé por qué muchas veces. También es un impulso que no sé detener.

Cumple con las promesas, buenas o malas Si no me desoriento y pierdo la confianza en ti.

No cambies de opinión tan a menudo. No me propongas las cosas a la ligera. Las cosas que me propongas piensa antes y si son firmes yo las entenderé. Y algunas veces las aceptaré sólo para que estés contentos.

No me digas mentiras. Si las descubro me haces dudar de tu palabra, de tu persona, pierdo confianza en ti.

No cuentes secretos de otras personas. Cojo miedo de que no puedas guardar los míos. Y ahora, eres tú la persona de mayor confianza para mí.

Si te equivocas, reconocedlo. Me enseñas que en la vida hay equivocaciones y que se puede hablar y rectificar. Así es mejor por qué yo empiezo a hacer mi experiencia en la vida y debo poder equivocarme y si es posible corregirlo.

No me digas que haga algo que tú no haces. Yo aprenderé lo que tú hagas, aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.

No me des todo lo que te pido. a veces sólo pido por ver hasta dónde puedo conseguir o porque es casi la única relación que tengo contigo. A veces estamos ahogados de juguetes y cosas materiales porque las compras, regalos y consumo intentan cubrir la falta de cosas inmateriales, el tiempo, el respeto, las miradas, la escucha, el espacio cuidado.

He aprendido a pedir cosas, por lo general, cosas que se pueden comprar con dinero. Pero hay cosas que los niños no hemos aprendido a pedir que es mucho cariño, mucho amor, mucho reconocimiento, mucha confianza en nuestra bondad, mucho respeto y mucha confianza en que lo que más nos ayuda es el amor de los nuestros padres.

A veces nos ponemos enfermos de verdad y sin saberlo, solo para retener a nuestros padres a nuestro lado.

Esta carta es el resultado de lo que hemos puesto en común al hablar de nuestros padres. Nos despedimos con mucho amor, sus hijos y sus hijas que le quieren mucho

Daniel, Roser, Laia, Laura, Francisco, Ana, Berta, Manel, Marta, Arnau, Dunia, Alba, Roc, Miranda, Azul, Mireia, Raíz, Abril, Julia, Marco, Érica, Albert, Jordi, Javier, Lua, Blanca, Vera, Toni, y David.

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